El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México anunció el hallazgo de `Naia`, el esqueleto más antiguo de América, con 12.000 años de antigüedad, que pertenecía a una mujer y fue localizado en el estado mexicano de Quintana Roo.
Tras tres años de estudios de los restos, los expertos anunciaron que el cadáver -encontrado en la cueva de Hoyo Negro, en Tulum, en 2007- por los años de antigüedad que tiene “se convierte en el resto fósil más antiguo del continente”.
Las investigaciones, que se darán a conocer en la revista `Science`, apuntan a que el fósil, conocido como `Naia` o `Joven de Hoyo Negro`, pertenece a una mujer de entre 15 y 16 años de edad, de origen asiático, y que fue identificado con las migraciones de Siberia hacia América.
La joven murió dentro de la cueva donde fue hallada, cuando ésta quedó inundada después de la última glaciación que finalizó hace unos 10.000 años, de acuerdo a lo explicado por el INAH, que añade que para lograr identificar la antigüedad del fósil los científicos realizaron análisis de ADN mitocondrial, Carbono 14 y Uranio/Torio.
Además, los resultados fueron confirmados por otros análisis realizados en semillas, carbón, guano de murciélago frutero, racimos de calcita y espeleotemas, y tomando en cuenta aspectos de la formación del sitio y medición de los cambios en el nivel del mar.
En la misma cueva también fueron hallados restos de 26 mamíferos correspondientes a once especies del Pleistoceno Tardío que incluyen: gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso de tierra tipo Shasta, tapir gigante, cerdo de monte, oso, puma, lince, coyote, coatí y murciélago frutero.
La directora de arqueología subacuática del INAH, Pilar Luna, insistió en que “este descubrimiento es extremadamente significativo”, ya que “no solo echa luz sobre los orígenes de los modernos americanos” sino que también “demuestra el potencial paleontológico de la península de Yucatán y la importancia de conservar el patrimonio único de México”.
En mayo de 2007, el buzo Alberto Nava estaba explorando con sus colegas mexicanos Alex Álvarez y Franco Attolini una cueva submarina (o cenote) de la península de Yucatán, en México, cuando después de nadar más de un kilómetro por un túnel angosto y de agua clara súbitamente se encontraron con el borde de un gran pozo oscuro.
“En cuanto entramos, supimos que era un lugar increíble -dijo Nava anteayer, durante una teleconferencia organizada por Science para la prensa internacional-. El piso desapareció debajo nuestro y no podíamos ver lo que había del otro lado.”
Dos meses más tarde, los tres volvieron a Hoyo Negro, como llamaron a la cueva, y se encontraron con un infrecuente tesoro arqueológico: sepultado junto a restos de tigres dientes de sable, pumas y gatos monteses, encontraron el esqueleto de una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Los restos, que son los más antiguos y más completos recuperados hasta ahora de los primitivos habitantes del continente, ofrecerían claves para dilucidar controversias sobre el poblamiento de América.
Hay varias hipótesis sobre “el árbol genealógico” de los americanos nativos de hoy. Una de ellas, que se basa en datos genéticos y es la predominante, plantea que descienden de grupos nómades que ingresaron por lo que es hoy el Estrecho de Bering, pero que en esa época (hace entre 26.000 y 18.000 años) era una lengua de tierra que comunicaba Asia con América.
Sin embargo, esa teoría plantea un problema: las características faciales de los nativos americanos modernos no coinciden con los esqueletos más antiguos (de cráneos largos y altos, y frente pronunciada), sino que exhiben rasgos que los asemejan a japoneses, filipinos y otros pueblos sudasiáticos.
Hasta ahora no se habían encontrado esqueletos paleoamericanos suficientemente intactos como para ofrecer evidencias irrefutables que respaldaran ese modelo de poblamiento. De allí que este descubrimiento ofrezca un interés único: “Es difícil encontrar restos de esa antigüedad -explica el doctor Rolando González-José, vicedirector del Cenpat y especialista en genética poblacional-. Hasta ahora había mucho material fragmentario. La gracia de este esqueleto es que nos permite comparar la morfología del cráneo con el ADN antiguo”.
Según explicó Deborah Bolnick, de la Universidad de Texas en Austin, los análisis genéticos realizados por tres laboratorios independientes al ADN de un diente de la joven encontraron un marcador (el haplogrupo D1) que sólo se encuentra en los americanos modernos y que deriva de un linaje asiático: lo poseen el 11% de los americanos nativos y hasta el 29% de los pueblos indígenas de Chile y la Argentina.
“La presencia de este linaje en el esqueleto de Hoyo Negro indica que esta niña está relacionada por parte de su madre con los actuales americanos nativos y que sus raíces pueden rastrearse hasta los paleoamericanos [que llegaron del norte de Asia]. Nuestros resultados, por lo tanto, no ofrecen evidencia de una migración temprana a América desde el sudeste de Asia o Europa”, dijo Bolnick.
Pero el investigador argentino, sin embargo, discrepa en algunos puntos. “Lo que ellos ven como controversial para nosotros es lógico -dice-: nosotros defendemos un modelo [del poblamiento de América] en el que el grupo inicial de personas que entraron por Bering era morfológica y genéticamente diverso. Una cosa que objetamos de este trabajo es que ellos no hicieron un análisis morfológico riguroso. Ya estamos preparando una respuesta”.
Fuentes: Agencias de noticias y Nora Bär, La Nación