Entre las sombras, la multitud esperaba con gran respeto la aparición del dios Inti (sol). Generales, príncipes y toda la nobleza aguardaban en profundo silencio, muchos de ellos disfrazados de fieras y de otros animales de la mitología andina.
Al aparecer el sol expresaban su reconocimiento y lo adoraban como sumo, solo y universal dios, que con su luz y su virtud creaba y sustentaba todas las cosas de la tierra. Asimismo, le agradecían por las cosechas recibidas en el año.
Durante la ceremonia también se realizaba el sacrificio de una llama para vaticinar el año venidero. Proseguía luego una gran marcha militar y al final todos se retiraban y estallaban en algarabía desenfrenada durante varios días.
El Inca, con la ayuda de los sacerdotes, "inducía" al dios Inti (sol) a volver con el favor de sus rayos para fecundar la tierra y procurar el bienestar de los hijos del gran imperio del Tahuantinsuyo. El fuego sagrado era renovado con un brazalete cóncavo de oro que se ponía contra la luz solar, cuyos reflejos se proyectaban sobre un trozo de algodón muy carmenado que se incendiaba en breve espacio. La lumbre sagrada era llevada al Coricancha, donde sería conservada por las acllas.
fuente: deperu.com